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¿Adoradores?

Por: Lillian Ramos – Capellana – 13/mayo/2025

No es lo mismo adorar que alabar o exaltar. Alabar es parte de la adoración. Vamos a un poco de historia sobre el lugar donde estaba el Pozo de Jacob, donde la mujer samaritana se encontró con Yeshua (Jesús) el Mesías. Jacob, había comprado en las afueras de la antigua ciudad de Siquem, un terreno por el costo de 100 monedas de plata a los hijos de Hamor. Este terreno sería luego heredado por su hijo José, en esta historia sabemos que José permaneció mucho tiempo hasta fallecer en Egipto. Luego de años este terreno pasó a Manases por la conquista. Luego por la petición de José, sus restos fueron llevados a este lugar (Génesis 50). A pesar que el relato sólo menciona el terreno como propiedad de Jacob, se sobrentiende que el pozo también. Para el primer siglo, el pozo de Jacob, se convirtió en un lugar donde judíos piadosos visitaban como devoción y reflexiones, (peregrinación). Allí fue el encuentro de la mujer samaritana con Yeshua, (Juan 4:1-10)

Este encuentro en el Pozo de Jacob, fue en el monte Gerizim, lugar donde Jeroboam reedifico a Siquem en la región montañosa de Efraín. Jeroboam se reveló contra el Eterno y por su propia cuenta hizo templos en los lugares altos, instituyó sacerdotes y levitas, hizo dos becerros de oro para que el pueblo se postrara ante ellos y estableció una fecha diferente a lo establecido por el Eterno para la convocatoria de Sukot (Tabernáculos) y subió al un altar para quemar incienso, (1 Reyes 12).

De todo lo que ocurrió en este encuentro, resalta una sola cosa y es la verdadera adoración. Adoración se define como actos de reverencias, obediencia, postración, gratitud, exaltación con cánticos e instrumentos, relación íntima con el Creador, fidelidad, creerle, etc. La samaritana estaba confundida sobre el lugar verdadero para adorar al Eterno, porque tenía secuelas de lo que Jeroboam instituyó en el monte de Gerizim y reconociendo que Yeshua era judío le dice: (y ustedes dicen que es en Jerusalem el lugar que se debe adorar), Yeshua, le dijo: “mujer, créeme que viene una hora que ni en este monte ni en Jerusalem adoraran”. Ellos no sabían a quien adoraban, pues tenían idolatría, mientras que los judíos sabían a quien adoraban porque la salvación viene de los judíos.

Pero aún así le especifica, que llegaría un momento que en ninguno de los dos lugares adorarían, esto fue a causa de la confusión por la desobediencia, las mezclas. Desde ese mismo momento, el Salvador hizo una invitación a la sinceridad de corazón, a la renuncia de tradiciones y una total FIDELIDAD sirviéndole. Él desea que le sirvan a su forma y no a la nuestra, a lo diseñado en su Reino y no a las culturas de las naciones, que no mancille la relación con la fe puesta en otros dioses disfrazados luz. Somos un pueblo diferente y somos solo peregrinos aquí en la tierra.

Antiguamente los pozos o manantiales eran punto de encuentro entre personas. A pesar de que el agua del Pozo de Jacob no era de un manantial propio, sino que fue excavado en el terreno, era profundo y siempre tenía agua porque se sustentaba de otros manantiales y por la lluvia. Las aguas simboliza el Espíritu del Creador, su Ruah (Espíritu) se movía sobre las aguas, (Génesis 1:2). El agua es símbolo de vida, por tal razón Yeshua en el último y Gran día de la fiesta de Tabernáculos, se identifica como el agua de vida que salta para vida eterna. El es la Palabra de Vida. Esta vez le ofreció a la samaritana beber de su agua, para que nunca tuviera sed.

No importa el lugar donde estemos en este planeta, es tener el corazón doblegado a seguirle y servirle.

Una vez bebemos de su manantial correrán en nuestro interior ríos de agua viva, para adorarle en Espíritu (inmersión) y Verdad (fidelidad).

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